Si imagináramos los últimos momentos del Maestro en la cruz, ¿cómo lo haríamos? ¿Sufriendo? ¿Por qué? ¿Por el dolor inflingido, por las circunstancias que estaba padeciendo?
¿Podríamos decir que el dolor más intenso era el que Su flagelado cuerpo físico padeció? O su dolor mayor, quizás, puede haber sido la angustia de que no hubiésemos comprendido lo que El había venido a enseñarnos… ¡A perdonar!, a amar al prójimo como a uno mismo.
Pues la vida, muerte y resurrección de Jesús, el Cristo, nos demuestra el rito iniciático no sólo válido en el paso vivido sino después del último suspiro. La voluntad Crística de Jesús es firma aún al asumir la muerte, consolidando su doctrina y fe en lo Superior, erradicando filosofía del acto sacro Resurrección-Amor.
Él nos enseña que en la vida del servidor se suceden muchas noches de insomnio, de calladas soledades, angustias e incomprensiones, en vigilia y meditación, hasta que nos llegue una noche como la que Él…, solos, con nuestras decisiones, bajo el manto de las estrellas y la prueba; despertando nuestras debilidades. Allí solos, con Dios y Su mano piadosa…, en un instante estalla la intuición, la certeza total. Entonces no habrá lugar para el aplazamiento, negación, espera, sabremos porque la vida se torna en un devenir que nos ha de conducir a dar el paso, aunque sea doloroso, y comenzar a percibir aquel Reino en el que el final y el comienzo se unifican.
Allí, la tarea y certeza de lo correcto nos definirán. Sabremos que no se puede servir a dos señores a la vez, no se pueden caminar dos caminos juntos con los mismos pies, no se pueden mantener simultáneamente dos frecuencias vibratorias diferentes porque son incompatibles. Porque nos enseñó el Maestro que el progreso espiritual está cimentado en el progreso de los logros anteriores, en cada etapa vivida y superada. El buscador afrontará la siguiente fase de la larga cadena de ciclos que lo irán macerando y preparando a su total entrega, que es la llegada al reino de la Iluminación, cuando el “ego” se diluye en la Luz del Perdón
Jesús nos inculcó a los hombres una idea revolucionaria para nuestra mentalidad: que todos podíamos comunicarnos con El Padre y que éramos iguales, ¡que somos iguales! Y que haríamos grandes obras y mejores que las que Él realizó. Como podremos realizarlas si nos damos cuenta que emulamos a Pedro cuando tememos adoptar las virtudes del Maestro, rehusamos seguir sus amorosos pasos. Re-actualizando las tres negaciones de Pedro negamos nuestro espíritu, mente y materia, que traicionamos al Maestro y emulamos a Judas… Cuando negamos al hermano, juzgamos actitudes, cuando necesitamos el consentimiento de nuestros actos materiales, emociones y pensamientos sin percibir que necesitamos comprender que la lección somos nosotros mismos y que en ella podríamos enriquecernos y aprender, como esos grandes maestros que fueron Melchor, Gaspar y Baltasar, “los magos de Oriente”, que nos recuerdan que en nuestra tríada hay un maestro espiritual, un maestro creativo, un maestro en la acción.
Eso depende de cada uno. Ahora es el tiempo; el tiempo de decidir, de madurar a la realización, el tiempo de servir, de perdonar, de amar. Para que el mensaje de rescate de lo superior que nos dejó el amoroso Maestro Jesús, de quien me siento un “Sancho” eterno, despierte desterrando de cada uno de nosotros lo inferior y juntos, tomados de las manos que simbolizan nuestras decisiones, formemos un cordón tan fuerte, tan fuerte, que nos reconcilie con la fe y la esperanza, y sólo se escuche el agradecimiento eterno al Rey de Reyes. Todas nuestras pequeñas voces, juntas, hasta ser una sola voz que grite “¡Liberación, en el nombre del Cristo Vivo!, ¡Perdón a todo error cometido, en el nombre del Cristo Vivo!, ¡Gracias Maestro, gracias Madre, gracias Sixto, en el nombre de los cristos vivos!”
¡Así conscientes, expresaremos el efecto de una causa amorosa llamada Jesús!
Que Dios los bendiga y la Paz sea en sus corazones.
Carlos Fernández
martes, 10 de julio de 2007
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